Una de las mayores sorpresas que se llevan muchos visitantes a la costa inglesa es lo accesible que resulta desde Londres. Basta con dirigirse a una de las principales estaciones de la capital, subir a un tren y, al cabo de una o dos horas y media, ¡ya estás junto al mar!
Desde las ardillas rojas de la bucólica Brownsea Island hasta los inolvidables paseos por la costa y el mayor puerto natural de Europa, la costa sur de Dorset es el paraíso del slow life.